lunes, 16 de junio de 2014

IRONMAN DE AS PONTES

Este domingo en As Pontes tuvo lugar la primera prueba gallega de triatlón distancia Ironman: 3800 metros de natación, 180 km de bicicleta y 42 km de carrera a pie, así, seguidito, nada de pararse a descansar, reponer fuerzas y tal. ¿Locura? Pues sí, la verdad, pero una locura que por algún extraño poder de atracción o magnetismo todo triatleta anhela realizar, al menos una vez... No sé si por ponerse a prueba, si por tener un reto aún mayor que las pruebas habituales, qué se yo, si hay algo que todavía no he logrado comprender es qué pasa por la cabeza de Jaime en estas cuestiones.



Jaime practica el triatlón desde hace casi 14 años, hasta entonces apenas nadaba, salía en bicicleta de cuando en cuando y corría varios días a la semana. Un poco por sociabilizar porque vivía en una ciudad nueva, otro poco por probar, y quizá un tercio más por mantenerse en forma y hacer esa desconexión que me resulta tan envidiable y que los deportistas consiguen, ese pensar en nada mientras hacen deporte y no tener la cabeza en estado de ebullición.
En fin, fueron pasando los años y llegaron los retos, que si este triatlón es algo más difícil, que si mejorar el tiempo del año anterior... Pero no era suficiente, así que subimos otros escalones: los de la distancia, que si triatlón olímpico, que si medio ironman. Y se instaló el gusanillo de La Prueba, al que La Consorte, yo, se opuso frontalmente desde el primer minuto. Sí, vale, que si soy una egoísta, si qué más me da a mí, lo que queráis, pero me parecía una barbaridad, tenía pánico de que el cuerpo no respondiera y el resultado fuera una lesión seria, un susto importante... Total, que La Consorte consiguió que Jaime se hiciera un chequeo médico, con excelentes resultados que por un lado me alegraron y por otro no, lo confieso, así que ya no había disculpa: Carta blanca!


Y fueron 9 meses NUEVE, que se dice pronto, se escribe rápido y se viven como una montaña rusa de hartazgo e ilusión a partes iguales de negociaciones de horarios de salidas, de reparto de tareas, de organizar nuestra vida y encajar en ella las largas horas que había que dedicar al entrenamiento: 300 km de natación, 6.000 km de bicicleta y 2.000 de carrera a pie, hala, toma ya! Pero es que aparte de todo esto, Jaime tuvo que madrugar, mojarse, pasar frío, calor... Y vérselas con La Consorte, que no siempre llevó bien este larguísimo proceso, con momentos de verdadero agobio y deseo de que cambiase de opinión, de que se le fueran las ganas... Pero no, ese gusanillo una vez que entra ya no sale más, o al menos se instala por largo tiempo, porque Jaime ya está pensando en el siguiente reto, en mejorar su marca...
De locos, desde el primer día, y más aún el día de la prueba, qué estrés tan grande, deseando que todo saliera bien, que tantísimo sacrificio se viera recompensado, que aguantara el cuerpo, que la rueda de la bicicleta no se pinchara, que no ocurriera ningún percance de esos tontos que te obligan a abandonar y te dejan noqueado.

Tras una noche casi en vela a eso de las seis de la mañana La Consorte se conectó a la página del crono oficial... ¿Para qué, si la prueba empezaba a las siete? Pues porque La Consorte, como otras de su condición, siente la necesidad de estar de alguna manera ahí aunque esté a más de 100 km, en casa, esperando a que el peque se despierte y desayune para ir a ver a su papá.
Café doble o triple, o dos, o tres... Siete de la mañana y el crono empieza a andar... Suben los segundos y los minutos, con ellos late el corazón, cada vez más fuerte, los ojos se cierran y empiezan a imaginar, son ya tantos años que La Consorte se conoce la brazada, la cadencia, el ritmo, no le ve, pero puede intuirle. Salen los primeros, empiezan a marcar tiempos, la pantalla se llena de números, dorsales, nombres, tiempos... Y crece la ansiedad, una tostada, dos... la tercera es por puro nervio más que por necesidad. Ahí está, puesto 76, ha salido está bien, va en un puesto muy digno, sé que ha nadado cómodo, que no ha forzado, estoy entre inquieta y tranquila, en un estado para el que no encuentro nombre y mientras lo busco Jaime vuela en la bicicleta, sé que estará fuerte, que le favorece un circuito duro, que tiene madera de escalador y las piernas le responderán: empieza a subir posiciones y siento un deseo irrefrenable de salir a despertar al niño y volar hasta As Pontes, pero mi cabeza me recuerda que el día será muy largo y que tendremos tiempo de vivirlo.

Pero llega el siguiente control en el crono, ha subido al puesto 33 y entonces pido a mi niño que por lo que más quiera, desayune rápido, se vista enseguida, deje de jugar a las carreras, se asee... Uffff, agobio tremendo, y aún teníamos hora y media de camino en coche, podía pasar cualquier cosa. En unos minutos que parecían semanas logramos salir por fin de casa, aparcamos lo más cerca posible del lugar de la prueba y corrimos para tratar de ver dónde estaba nuestro Ironman. Y en estos momentos los amigos valen oro! Enseguida nos pusieron al día, dónde estaba, cómo iba, dónde sería mejor esperarle... Me quedé bastante chafada porque esperaba verlo en la bicicleta, pero no pudo ser, una hora después de nuestra llegada entraba en la T2 para dejarla y afrontarse a la parte final, a esa maratón infernal, con mucho viento y un tramo muy largo totalmente en solitario para los participantes.

Foto de Northwest Triman
La Consorte, que no tiene ningún tipo de vergüenza y su cachorrillo, gritaron y animaron hasta que ya perdieron de vista su silueta, para luego ir viendo dónde colocarse para el siguiente paso. La conexión a Internet no funcionaba, no sabía en qué puesto estaba, creímos haber contado 17 bicicletas, alguien nos dice que le ve en la posición 12... Me parece estar viviendo un sueño, SU SUEÑO haciéndose realidad, lo está consiguiendo, y no puedo creerme la cara que le veo en la primera vuelta, tras 14 kilómetros de carrera ¡va bien, va seguro, fuerte, tranquilo! 
No sé el chute de adrenalina que puede tener un corredor, pero os aseguro que el de La Consorte en aquel momento rompería todos los medidores!!
Y entonces, mientras esperamos a la segunda vuelta, se pasan por mi mente esas mañanas de despertador sonando a las seis y media, esa Semana Santa que había que organizar pensando en dos tramos largos de bicicleta, ese hartazgo que me hace sentir mal... Qué duro es estar del otro lado!
Comemos a un ritmo vergitinoso, con el último bocado bajando de la garganta llegamos para comprobar que ha subido a la décima posición, con mi corazón desbocado y mi mente dando vueltas, con la emoción a flor de piel, sabedora de todo el trabajo que hay detrás de todo esto, de este largo día.

"Recordamos a las familias que se habilitará un lugar para que si lo desean puedan entrar con los corredores", sonó alto y claro en la megafonía, y claro, el niño no podía no entrar en meta con su padre, había que colocarse, estar atentos, avisar al voluntario para poder pasar... ¿Sólo el niño? Yo también quiero, también formo parte de esto, quiero vivir el momento, no quedarme atrás, estoy feliz, orgullosa, emocionada y le quiero acompañar esos últimos metros, aunque sea con las lágrimas corriendo por mis mejillas encendidas.




Diez horas, un minuto y treinta y cinco segundos, eso es lo que cualquiera puede ver. 9 largos meses, la emoción, la angustia, el cansancio, el miedo al fracaso... eso no, eso no puede verse, quizá intuirse, pero hay que vivirlo. Lo he vivido, y sospecho que me tocará hacerlo de nuevo... y diré que no quiero, que fue muy duro, pero sé que finalmente lo haré, porque el corazón se impondrá, como siempre lo hace, como tiene que ser.


8 comentarios:

  1. No lo podias haber contado mejor !
    He visto reflejada a mi hermana en lo que cuentas. Este es el cuarto IronMan de mi cuñado, fuero incluso a Alemania. Así que prepárate, que esto no ha hecho más que empezar ! ;)
    Mucho esfuerzo, muchos sacrificios, muchas negociaciones.... pero cuando coge a mis sobrinos y cruza la meta, todos lloramos de emoción, y mi hermana se muere de orgullo !
    Las Consortes, sin duda, también os mereceis una medalla, porque sois unas Ironwoman. Sin vosotras, vuestro apoyo y ayuda, ellos lo tendrian mas dificil. Parte del éxito es vuestro. Asi que felicidades a los dos !!!

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    1. Gracias guapa, veo que sabes perfectamente de qué hablo! Y tu hermana desde luego se merece un monumento, porque cuatro Ironman no son tontería, aunque también te digo que me animaría más a ir con la autocaravana por ahí y de paso turistear ;)

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  2. Disfrutad de estos momentos de alegría y de orgullo, Inés. Me alegro mucho de que consiguiera tan buena posición, y estoy convencida de que la próxima vez (que la habrá, seguro) no vas a protestar tanto. Un abrazo a los tres!

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    1. Gracias Edurne, y no sé yo si seré capaz de no protestar, que soy muy cascarrabias!! Besotes!

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  3. Duro y sacrificado deporte, pero que engancha un montón, yo no lo practico, pero tengo algún que otro amigo, que si lo practica, y comenzó tal y como lo hizo Jaime, un saludo y enhorabuena por el puesto, aunque ya solo acabar ya tiene mucho mérito.

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    1. Sin duda Eduardo, conseguir terminar una carreta de este tipo es ya un logro, en este caso, superar un reto personal ya añade un punto más, imagínate!! Saludos

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  4. La verdad es que, a pesar de todos los sacrificios (no sólo de Jaime sino de la Consorte), tiene que ser un momento emocionante. :-)

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    1. Claro que lo es, y aquí la mayor parte del sacrificio es del atleta, conste!

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