lunes, 5 de diciembre de 2016

A MACETA

Zona de pinchos y vinos a la entrada del restaurante
Hace unos meses abría sus puertas en la Rúa de San Pedro el restaurante A Maceta. Teníamos muchas ganas de conocer una propuesta gastronómica de la que habíamos oído hablar muy bien, además de haber visto fotos muy apetecibles de sus platos. El sábado por la mañana reservamos para pasarnos el domingo a mediodía por aquí.
La calle en la que se ubica el restaurante ya cuenta con bastantes propuestas y por lo que pudimos ver, A Maceta tiene una línea muy marcada, con muchos platos de origen asiático, que en gran parte diferencia este local de los demás. 
Cuando llegamos al local, entramos en la zona de barra, donde tomar un vino y unos pinchos, con partes en las que estar sentados o de pie. Resulta una entrada bastante agradable. Desde aquí hemos de pasar al edificio en el que se encuentra el comedor principal. De camino, una zona de mesas de dos en forma de pasillo y con cierre de cristal y el jardín, muy coqueto y acogedor.




La carta actual (ha habido pequeñas variaciones estos meses) nos propone platos como el gua bao de pato o de chipirones, sashimi de jurel, gambones garam masala, costilla barbacoa o croquetas de boletus, por poner varios ejemplos. La carta no es muy extensa. Como platos principales había dos pescados (rape y robaliza) y dos carnes (carrillera y costillas), el resto de las propuestas eran pensando en un picoteo para compartir o en primeros platos. De postre, torrija caramelizada, una tarta de almendra con albahaca y tarta de queso.
Nos acomodaron en el comedor, en una especie de reservado con una mesa bastante grande, calculo que para seis personas. Con el día tan soleado que hacía, resultaba un lugar oscuro y no nos permitía disfrutar del ambiente del local.
Había bastante gente y el servicio estaba apurado. Cuando llegó la carta pedimos las tapas del concurso Santiago(é)Tapas para más tarde decidir lo que comeríamos.

Xurel San Simón, una de las tapas que probamos
Elegimos para comer, además de las tapas, el Gua Bao de pato, croquetas de boletus, gambones garam masala y rape con emulsión de zanahoria acompañado de unas espinacas. Para acompañar la comida, una caña, un garnacha, agua y un refresco para el niño.


Las croquetas muy ricas, crujientes y para tomar de un bocado, el interior muy meloso.


Los gambones estaban fantásticos, con el punto justo de picante para nuestro gusto.


El pato del Bao estaba muy sabroso, con una finísima lámina de pepino que daba frescor y un puntito crujiente al bocado. 
El rape también nos gustó mucho, un clásico con un toque algo diferente.



Probamos dos de los tres postres propuestos y nos gustaron ambos. El de albahaca quizá fue el más sorprendente, porque la mezcla de sabores resultó una grata sorpresa en el paladar, refrescante y original.
Como podéis ver, la comida resultó sabrosa y disfrutamos de ella, aunque no fue la experiencia que nos hubiera gustado porque, por un lado el lugar en el que estábamos nos tenía bastante aislados y con poca luz, y por otro el servicio no estuvo a la altura. Desde que terminamos las tapas hasta que empezamos a comer pasaron 40 larguísimos minutos. El despiste del camarero con la comanda fue constante, teniendo que venir a la mesa repetidas veces a preguntar qué habíamos pedido, qué faltaba... A la hora de servirnos, los platos llegaban a toda velocidad, sin mediar palabra con nosotros y además esto contrastaba con la esmerada atención y la charla constante con la mesa de al lado, donde había una persona conocida. 
A la hora del postre, casi siempre pedimos dos postres, para mi marido y mi hijo, y un café para mí. Ambos pidieron sus postres y yo no tuve ni tiempo a pedir mi café. Llegó un postre con tres cucharas ( ni dijimos ni se preguntó si compartíamos el postre) y casi 20 minutos después el segundo.
Decidimos levantarnos y tomar el café en la terraza, así que nos trasladamos, luego buscamos al camarero y le pedimos dos cafés, solo y con leche, que tuvimos que volver a pedir pasado un buen rato... 
Pagamos 72,30€ y de nuevo tuvimos que tomar la iniciativa y acabamos pagando en la barra al salir. En la cuenta constaba que nos invitaban al café. No sé si es práctica habitual o algo del camarero, que desapareció.
Personalmente considero que una comida o cena fuera de casa es mucho más que lo que me ponen en el plato, y me da pena que una buena cocina se vea empañada por un servicio con un margen de mejora, según mi criterio, bastante alto. Entiendo que el local lleva poco tiempo, también que estaba lleno, pero aún así, no encuentro justificación alguna al trato y servicio que recibimos.

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