miércoles, 2 de agosto de 2017

LA CANDIDATA

Feminismo: Del fr. féminisme, y este del lat. femĭna 'mujer' e -isme '-ismo'.
1. m. Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres. (Diccionario de la Real Academia Española)
Esta es la palabra que ha venido a mi mente de forma recurrente durante la lectura de la novela de Elena Moya. Un alegato feminista en toda regla, muy bien hecho y con una visión de la problemática cotidiana de una mujer en un universo masculino que huye de dramatismos, pero llamando al pan, pan y al vino, vino. Se cuenta la historia de una mujer, además de homenajear y recordar a otras mujeres que fueron diputadas en momentos difíciles, se nos invita a reflexionar sobre el hecho de que una mujer, por serlo, nunca está en un plano de igualdad con el hombre, si siquiera cuando llega a cargos públicos de responsabilidad, como el caso de la protagonista, nada menos que Ministra de Economía.
La Candidata es Isabel San Martín, está sola el fin de semana de las elecciones generales. Es Ministra de Economía, es una política como pocas, se mira en el espejo de mujeres que dejaron huella en la sociedad, como Victoria Kent, que logró en los años 30 que en las prisiones españolas se dignificase al preso y se apostase por su reinserción en la sociedad. Campoamor, Nelken o Concepción Arenal son otras mujeres a las que conoceremos cuando Isabel echa la vista atrás para recordar su legado, para constatar que la Historia no se nos cuenta completa cuando se olvida la aportación femenina. Victoria Kent pasa a la memoria colectiva más por su condición de lesbiana que por su grandísima labor en las cárceles. Isabel quiere hacer grandes cosas pensando en el pueblo, sin mirar a ninguna puerta giratoria ni vender su alma a corporaciones internacionales que podrían solucionar su futuro económico. Pero también quiere que el hecho de ser mujer no impida que se hable de sus logros, que los políticos españoles y de otros países la respeten y consideren. Complicado, podemos constatarlo a lo largo del relato de estas horas decisivas previas a las elecciones, en las que la candidata ha de enfrentarse a una tremenda caída de la deuda pública que puede desembocar en un rescate, como ocurrió en su momento con Grecia.
La ministra vive horas muy complicadas en el terreno personal y laboral, se ve desbordada y superada, en algunos momentos, como cualquier persona, llora, patalea, grita, tira cosas, impotente... pasa un día entero sin acordarse de comer, pide pizza de madrugada desde su despacho... Es de carne y hueso y la responsabilidad y la soledad del poder pueden ser tremendamente difíciles.
Isabel es ingeniera, sabe idiomas y ha llegado a su cargo por méritos propios, pero parece que todavía tiene que escuchar comentarios que un hombre no escucharía:

"-¡Qué buen inglés tiene, Mr. San Martín!-  me dijo con una sonrisa helada.
Razón no le faltaba, pues España tiene una tristísima historia de representantes hidalgos que no saben idiomas, aunque en los últimos tiempos vamos mejorando, lo mismo que los griegos e italianos. Aún así, mis homólogos de esos países, hombres los dos, no merecieron un elogio semejante porque se suponía que hablaban bien el inglés. Pero yo, simplemente por ser mujer, no". (pág. 197)

Vemos a una mujer real, absolutamente verosímil, aunque con muchos más valores, responsabilidad y preparación de lo que cabría esperar en la clase política, al menos en los tiempos que corren.

"Los hombres huyen de las mujeres inteligentes porque las temen (...). Desconocen que las mujeres poderosas acostumbran a ser muy inteligentes (lo que no siempre se da en el caso de los hombres) y se han montado una vida familiar y de amistades envidiable, mucho más rica, alegre, plena y variada que la de ellos; porque las creen masculinas solo porque visten traje y entonces pasan de ser alguien presumiblemente inferior a un igual, lo que las convierten en una amenaza; también las rechazan porque creen que se han labrado el ascenso en alguna cama y no se detienen a pensar en su talento real". (pág. 425)
Elena Moya. Foto: www.larazon.es

A lo largo de las 500 páginas de la novela conoceremos a Isabel, con la que es tremendamente fácil empatizar y desearle muchísimo éxito profesional, porque sin dudas el país estaría en muy buenas manos. Su marido, su mentor, sus compañeros de trabajo, aquellos que vivieron con ella sus años de universidad, los círculos de poder económico y político, su complicidad con la ministra danesa... Un apasionante viaje de la mano de una escritora a la que seguiré la pista, me ha resultado una novela entretenida, apasionante, me ha servido para reflexionar, para emocionarme y disfrutar mucho.

"Buscando consuelo, saqué la mano de debajo de la manta para coger el libro de la Kent, que apreté contra mi pecho, abrazándolo. Como ella, había luchado ese día sin perder la dignidad, defendiendo mis principios. Lo que pudiera pasar a partir de entonces solo el destino lo sabía. Lo que sí sabía era que podría ir por la vida con la cabeza bien alta por no haber sucumbido a presiones ni chantajes. A esas alturas, era ya lo único que me importaba". (pág. 451)


1 comentario:

  1. Pues sí que suena interesante, desde luego. Habrá que hacerle un hueco.

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