Tuvimos la inmensa suerte de que hizo un fin de semana veraniego, así que nos pareció que comer en este restaurante en una mesa con vistas al mar era una opción más que interesante. Y así lo hicimos.
El local es enorme, y además de una galería que da al mar tiene otra zona bastante amplia de comedor y una terraza de verano protegida del viento por una mampara de cristal, lo que permite su uso en bastantes ocasiones.
Recuerdo este establecimiento desde siempre, ya cuando estudiaba en Vigo existía, pero creo que no tenían tanta variedad en cuanto a restauración y estaban más enfocados al tema de helados y comida rápida. Ahora la verdad es que resulta de lo más completo en ese aspecto, ya que podemos tomar desde una pizza o un bocata, pasando por una sopita, algún plato típicamente gallego, pasta... vamos, que está dirigido a un público amplísimo y lo difícil es que no encontremos un plato de nuestro agrado.
NUESTRA EXPERIENCIA AQUÍ
El primer día que comimos mi marido competía, así que optamos por una comida ligera basada sobre todo en la pasta para el niño y ensalada para nosotros. El servicio rapidísimo y muy atento, el ambiente de lo más agradable y la comida con una excelente relación calidad-precio.
El segundo día decidimos repetir porque nos gustó el lugar, pero ya íbamos en otro plan, claro. Había tenido lugar la competición en la que participábamos como espectadores, así que ya podíamos pararnos un poco más con la comida. Vimos unos carteles que anunciaban como novedad el arroz con bogavante y yo, que soy arrocera desde que recuerdo, propuse probarlo porque el precio además era fabuloso.
En resumen, un restaurante de lo más aconsejable en el que hemos estado comodísimos y muy bien atendidos, con opciones para todos los gustos y paladares con unas vistas fantásticas.
Huy, qué buena pinta.
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