Me gustaría compartir con todos vosotros el último libro sobre niños que he leído. Como sabéis, tengo un niño de tres añitos y me gusta leer libros sobre educación, psicología y crianza infantil.
Una de las personas más coherentes que conozco es el pediatra Carlos González, gran profesional que desde el sentido común y sus conocimientos como médico aconseja a las madres sobre temas tan difíciles como la lactancia, la nutrición infantil o las relaciones paterno-filiales en los primeros años de vida.
CARLOS GONZÁLEZ
Nació en el año 1960 y se licenció en medicina en la Universidad Autónoma de Barcelona, ciudad en la que también hizo su formación como especialista en pediatría.
Ha fundado la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna y es miembro del Consejo de Asesores de Salud de La Liga Internacional de la Leche.
Como experto en lactancia materna ha formado a profesionales de la salud desde 1992 y ha traducido varios libros del tema.
Es gran partidario de la crianza con apego, la lactancia, el colecho, el contacto máximo entre el niño y sus progenitores.
Colabora con la revista Ser Padres, con una consulta sobre lactancia.
Bibliografía (Wikipedia)
Mi niño no me come
Bésame mucho, cómo criar a tus hijos con amor
Manual práctico de lactancia materna
Un regalo para toda la vida, guía de la lactancia materna
Comer, amar, mamar
Entre tu pediatra y tú
MI NIÑO NO ME COME
Imagino que como yo, todos aquellos que tengáis hijos o niños pequeños en vuestro entorno estaréis hartos de escuchar esta frase... Pues bien, Carlos González le da la vuelta a la tortilla y nos explica que nuestro niño "come lo que necesita" y que la mayoría de las veces nos preocupamos cuando el problema no existe.
Siguiendo el libro, os iré explicando lo que Carlos González quiere transmitir a los padres preocupados por este tema:
¿PARA QUÉ SIRVE COMER?
La respuesta es bien sencilla: comemos para poder seguir viviendo, para poder crecer (en el caso de los pequeños) o engordar (en el caso de los que sólo "crecemos" a lo ancho...) y movernos.
Aunque no realicemos ejercicio físico, aún encamados, necesitamos comer.
El problema viene cuando nos enfrentamos a la situación de las cantidades de comida que hemos de dar a nuestro hijo. La cantidad de comida que necesitaremos básicamente dependerá del tamaño. Carlos González pone un ejemplo más que evidente: "Si se compra usted un perro, tenga cuidado al elegir la raza: un pastor alemán come mucho más que un caniche".
Aquí tenemos una de las variables que hemos de manejar. Nuestros hijos necesitan energía porque están creciendo, pero son mucho más pequeños que nosotros. ¿Obvio? Claro que es obvio, pero resulta que cuando le damos un yogur (industrial, de 125 gr, pensado para un adulto) y no se lo come todo, nos quejamos, y yo la primera!
Muchas veces no caemos en la cuenta de que la "ración" que pretendemos que nuestro hijo coma es excesiva para él y de que tenemos la referencia adulta.
¿POR QUÉ NO COME SIEMPRE IGUAL?
Los niños en sus primeros años de vida gastan mucha más energía en crecer que en moverse, por mucho que se mueva, juegue, corretee, pasee... Y el crecimiento no se produce siempre a la misma velocidad. En su primer año de vida el niño crece muchísimo más que en cualquier otra época de su vida, llegando a triplicar el peso con el que nació. En proporción, un niño de meses come mucho más que nosotros.
Esta sería la explicación al "parón" que tienen muchos niños cuando pasan del año y escuchamos decir a los padres que antes comía fenomenal y desde el año come mucho menos... ¡Es que no lo necesita! El organismo de nuestros niños se autorregulan.
MI NIÑO NO QUIERE VERDURA
Carlos González quita hierro al asunto contándonos como anécdota que su propio padre no comió en su vida una hoja de lechuga...
El caso es que cuando la lactancia materna se prolongaba mucho más en el tiempo y era lo habitual al no existir todavía las leches artificiales, frutas y verduras formaban parte de la dieta de los niños a partir de los dos o tres años. Se adelantó el momento de la introducción de estos alimentos con la llegada de la leche artificial para dar al niño las vitaminas que contienen y de las que carecían las primeras leches artificiales.
El problema de las''' frutas y verduras''' es que son bajas en calorías, lo de problema lo digo por lo que explica Carlos González a continuación: "Los niños pequeños tienen el estómago más pequeño todavía. Necesitan comidas concentradas, con muchas calorías en poco volumen". Un niño pequeño no puede meter en su estómago las frutas o verduras necesarias para el aporte calórico que precisa, por lo que su cuerpo le "pide" otro tipo de alimento más calórico.
Dicho esto, lo "normal" no será que nuestro niño pequeño se coma una manzana entera, más bien tenderá a otro tipo de alimento y tomará un trocito o dos de manzana. Esto que a las madres nos parece que es comer poco o tener manía a la fruta, está dentro de la lógica y la propia naturaleza se lo dicta al niño, que poco a poco irá incrementando la cantidad de estos alimentos en su dieta, a no ser, claro está, que nos empeñemos en metérselos a la fuerza y entonces sí aborrecerán la fruta para siempre.
Paciencia, pues, con los pequeñines, cuando su estómago crezca irán demandando más este tipo de comida.
¿LO DEJO A SU AIRE?
Lo que en resumidas cuentas nos viene explicando el autor de este libro es que la responsabilidad de los padres a la hora de enfrentarse a la comida de los hijos, es decidir qué les ofrecemos y darles siempre opciones sanas, es decir, es evidente que ante un bocata de queso y otro de Nocilla el niño querrá el de Nocilla... a los mayores también nos pirra el chocolate!!!
Hemos de cambiar el chip (nosotros estamos en ello) y hacer propuestas al niño como la que nos comenta Carlos González: Por ejemplo, a la hora de comer tenemos sopa de fideos y pollo con guisantes y zanahoria. Pues que el niño coma lo que el cuerpo le pida y en la cantidad que quiera en un tiempo razonable. No tiene sentido levantarse de comer a las cinco de la tarde. ¿El resultado? Se han hecho experimentos en varios países, sobre todo Estados Unidos, que demuestran que los niños comen de forma irregular, unos días más que otros, o durante una temporada mucho más de cierto alimento, pero que a medio plazo eligen ellos solos una dieta equilibrada, aunque parezca increíble!!!
Eso sí, olvidémonos de chuches o refrescos a diario y los dulces, tartas, pasteles han de ser muy de vez en cuando.
Olvidémonos también de percentiles y gráficas de peso, lo importante, lo fundamental es que el niño esté sano y alegre, hay muchas gráficas diferentes y si pusiéramos los datos de nuestro hijo en unas y en otras y comparásemos el resultado no sería nunca el mismo... ¿Por qué esa obsesión con que nuestro niño esté por encima de la media en los percentiles? ¿Y la genética? Si yo no soy alta y mi marido tampoco, es evidente que mi hijo no puede estar por encima en las gráficas de altura, por poner un ejemplo.
En resumen, lo que nos viene a decir este libro es que vigilemos, propongamos, asumamos nuestra responsabilidad de ofrecer a nuestros hijos una alimentación sana y equilibrada. Los padres elegimos qué y ellos eligen cuánto. Os aconsejo que probéis este sistema, ahorraréis tiempo, disgustos, lamentos y vomitonas provocadas de vuestros niños.
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