DREAM CASTILLO PAPAGAYO, NUESTRO HOTEL EN LANZAROTE

A mediados de febrero pasamos una semana en este hotel, mi marido, mi niño de tres años y medio, y yo. Buscábamos básicamente descansar en una zona tranquila y un hotel que tuviese infraestructura para que nuestro niño pudiera entretenerse y conocer a otros niños.
Hicimos las gestiones a través de una agencia de viajes, para que nos recomendaran alguna zona de la isla concreta, porque no teníamos ninguna referencia. Nos dijeron que Playa Blanca era un lugar muy tranquilo y con hoteles para familias, encontramos una oferta muy buena en régimen de Todo Incluido y allá nos fuimos, rumbo a Lanzarote.

LA HABITACIÓN

Desde luego si hay algo que se puede destacar de la habitación eran sus dimensiones, nos tocó un dúplex que tenía en la primera planta un largo pasillo con cuarto de baño con ducha, un dormitorio de una cama grande y un saloncito con sofá cama, TV y una amplia terraza. Desde las escaleras se accedía al dormitorio principal, con dos camas grandes unidas, TV y cuarto de baño con ducha y bañera de hidromasaje. No sabría decir las medidas totales de la habitación, pero no creo que midiese menos de 80 metros cuadrados, vamos, casi era como el piso en el que vivimos!
Los armarios, tanto de la planta baja como del dormitorio principal, eran muy grandes, realmente pensados para estancias de familias durante al menos una semana, pudimos deshacer totalmente las maletas y acomodar nuestras cosas sin problema, algo que es de agradecer y que no ocurre en todos los hoteles.
La decoración era moderna y muy discreta, con predominio de blancos, beiges y marrón claro, lo que daba luminosidad a la habitación.
La cama nos resultó comodísima, al igual que las almohadas. En cuanto a la limpieza, la habitación cuando entramos aparentemente estaba limpísima, pero cuando caminamos descalzos nos dimos cuenta de que en el suelo había arenas (y no habíamos pisado la playa), así que la limpieza había sido poco rigurosa (bastaba con pasar bien el aspirador...).


INSTALACIONES DEL HOTEL

El hotel constaba de dos edificios, uno el de las habitaciones y otro el de los servicios comunes, como la recepción, el bar o el restaurante.
En términos generales en recepción se nos atendió con amabilidad, pero cuando llegamos hubo un detalle que no nos gustó. Eran casi las 12 de la noche, llegamos con las maletas y el niño dormido, el recepcionista en vez de agilizar el check in nos pidió la documentación de todos, la fotocopió con toda la calma del mundo, nos explicó los servicios del hotel y sólo nos acompañó a la habitación cuando le dijimos que no entendíamos muy bien su explicación para llegar (el hotel al principio es bastante laberíntico). Creo que dadas las circunstancias lo deseable hubiera sido hacer el check in rápido y ya le entregaríamos la documentación, o incluso podíamos dejarla allí y recogerla por la mañana...

El hotel consta de varias piscinas, unas sin climatizar y otras climatizadas, con socorristas, tumbonas y toallas (para las toallas nos entregaban unas tarjetas al llegar y si no las devolvíamos al salir teníamos que pagar 25 euros por toalla). Junto a la piscina, un bar y el miniclub, que organizaba entretenimiento para los niños de 4 a 12 años, aunque los menores de esa edad, como nuestro caso, podían estar acompañados de sus padres dentro del miniclub o en los columpios del recinto. Nuestro niño hizo pandilla con los pocos españoles que había y disfrutó muchísimo.
No nos gustó nada que el wifi sólo funcionase en la recepción, además de que era lentísimo y fallaba mucho, hoy día en un hotel de esta categoría sería más lógico que el wifi estuviera en todas las instalaciones.

COMIENDO EN EL HOTEL

A la hora de las comidas, las principales se realizaban en el restaurante y el picoteo en el bar de la piscina o en el de noche que tenía animación para niños y adultos.
En el restaurante había camareros que servían las bebidas si se quería y estaban pendientes de colocar las tronas a los niños, retirar o poner servicios... Eran muy amables y estaban muy pendientes.

El sistema era de buffet libre en todas las comidas y había zona caliente y zona fría, así como algunas cosas a la plancha que se iban haciendo en el momento (tortitas, huevos fritos, pescados o carnes a la plancha...). La gran pega que le vimos al restaurante fue que no estaban las comidas demasiado pensadas para niños, echamos en falta, sobre todo en las cenas, las clásicas croquetas, tortillas, salchichas... en cambio había demasiados guisos con salsas fuertes. En definitiva, si queríamos hacer un poco de comida sana, estábamos limitados a ensaladas y pescado o carne a la plancha.

OTRAS COSILLAS

El hotel era muy tranquilo y en ese sentido pudimos descansar muy bien. Por las noches había animación y espectáculos, pero no molestaba en absoluto. La animación estaba a cargo de un grupo de jóvenes que se encargaban también de cuidar a los niños y organizar actividades diurnas para los adultos. El nivel de las actuaciones de noche era bastante bajo, nosotros íbamos porque había sesión de discoteca para los peques y nuestro niño se lo pasó de miedo.
Desde el hotel había autobuses cada quince o veinte minutos a la población más cercana, Playa Blanca, y servicio de taxis también. Desde la zona del hotel hasta Playa Blanca había también un paseo junto al mar de unos 4 km muy agradable y cuidadísimo, nosotros lo hicimos un par de veces, estaba concurrido pero sin agobios.

Las playas próximas no tenían interés, junto al hotel una playa de piedras y a unos 2 km Playa Dorada, llena de tumbonas y abarrotada, pero un poco más alejadas estaban las de Costa Papagayo que sí valían la pena mucho y estaban dentro de un espacio natural protegido.
En términos generales, y para finalizar, creo que el hotel, a pesar de las dimensiones y servicios, no es un cinco estrellas, creo que le sobra una, por pequeños detalles que no se pueden perdonar en esta categoría.