"en este año del señor de mil ochocientos treinta y uno he llegado a la edad de quince años y estoy sentada al lado de mi ventana y veo muchas cosas. veo pájaros y los pájaros llenan el cielo con sus gritos. veo los árboles y veo las hojas".
Mary apenas sabe escribir, no ha aprendido las mayúsculas, no sabe que tras un punto tiene que ponerlas, pero Mary, a pesar de su ignorancia tras pasar toda su vida trabajando de sol a sol y no haber pisado la escuela ni un solo día, consigue contar su amarga historia.
"padre nos necesita aquí en la granja para hacer todo el trabajo y no puede permitirse que estemos en otro sitio, en un colegio aprendiendo cosas que no podríamos usar, porque quién necesita aprender a leer palabras y a escribirlas cuando tiene que estar recogiendo piedras del suelo y metiéndolas en cubos. y ordeñando a las vacas y metiendo la leche en cubos".
La vida rural en Inglaterra en 1830 sin duda era difícil, pero lo era todavía más en el caso de nuestra protagonista, que a la edad de quince años y con una gran inocencia, relata cómo transcurre su día a día en una granja cualquiera en cualquier punto del país, una casa en la que su madre sólo ha parido niñas, que de todos es sabido que rinden menos en el trabajo que los niños, y en la que conviven además con el abuelo, que por viejo e inútil vive casi olvidado en el cuarto de las manzanas.
Mary y su familia se rigen por la naturaleza, por la luz del sol, que marcará sus largas jornadas en el campo, ocupándose de las vacas y los cultivos, comiendo pan duro y algún trozo de queso.
Mary no ha sido afortunada y además de ser mujer, está coja. La vida duele.
"mi pierna es mi pierna y nunca he tenido otra pierna. así he sido siempre y así he caminado siempre. madre dice que ya era así cuando vine al mundo. era una especie de desperdicio con el pelo como la leche y nací después de lo que pensaban y por esa razón estaba cubierta de pelo como si fuera un animal y tenía las uñas largas".
"quiero no tener nunca hambre y no tener nunca sed y no estar nunca tan cansada que me quedo dormida mientras voy caminando. más te vale que busques un marido rico, dijo violet".
Aunque Mary se esfuerza, su cojera hace que vaya más lenta que los demás, así que su padre decide que entre al servicio del vicario para cuidar de su mujer enferma.
Nell Leyshon. Foto: www.nellleyshon.com |
"a veces tener memoria es una buena cosa, porque ahí está la historia de tu vida y sin ella no habría nada, pero otras veces tu memoria guarda cosas que preferirías no volver a saber nunca y, por mucho que intentes quitártelas de la cabeza, siempre vuelven".
Desde la torpeza del lenguaje infantil, sin filtros, desde el corazón, con frases cortas, sin mayúsculas, Mary quiere que se conozca su historia, ahora que ha conseguido aprender a leer y a escribir en casa del vicario, desea que se conozca lo que ha vivido en sus quince años, quizá en algún momento a alguien le importe, podría ser que alguien quisiera saber por qué actuó como lo hizo, qué la llevo al lugar desde el cual escribe estas letras, apenas 200 páginas que llevan al lector a meterse de lleno en su vida, a desear tenderle la mano para rescatarla del sufrimiento continuo. Una lectura que se queda en el recuerdo, de las que dejan huella.
La pequeña editorial Sexto Piso ha tenido el acierto de publicar esta pequeña historia en nuestro país en 2013. Hasta ahora no conocía esta editorial, pero creo que la seguiré de cerca a partir de esta lectura tan intensa y emotiva.