Cada lector es un mundo y según nuestra experiencia vital y el momento en el que estamos, los libros nos llegan de una manera u otra, nos hacen pensar, nos transportan o se nos hacen cuesta arriba e incluso se nos caen de las manos.
La primera novela de Carmen Romero Dorr nace, según cuenta ella misma en una entrevista a El Mundo, el día que fallece su abuela, a la que estaba muy unida.
Yo también tuve una abuela muy, muy especial, alguien que dejó un vacío profundo cuando se marchó y que, al igual que la protagonista de esta novela, sabía leer entre líneas, estaba siempre ahí y siempre tenía la palabra justa y el consejo adecuado.
En la historia de Carmen, la abuela es Paulina, y el presente de Alicia, su nieta, y el pasado de Paulina, se irán entrelazando en una historia en la que es muy fácil meterse como lector. Paulina ha conocido el horror de la guerra, que dejará profundas cicatrices en ella pero le enseñará a seguir adelante, a superar todos los reveses de una dura vida. Alicia ha crecido en un mundo en paz, pero también su alma tiene heridas por las experiencias vividas y la muerte de su abuela llega en un momento en el que está bastante perdida y sin tener claro qué es para ella lo prioritario, lo que de verdad importa.
Pasado y presente se unen para cerrar un círculo gracias a la relación entre la nieta y la abuela, alternando un narrador en tercera persona la vida de ambas e intercalando algunas cartas.
"El papel escrito nos sobrevive, recuerda nuestra historia aunque nos hayamos marchado. Cuando no seamos más que un puñado de huesos en un agujero cualquiera, la celulosa solo empezará a amarillear tímidamente, la tinta apenas amenazará con borrarse. Nuestras palabras seguirán ahí para recordar quiénes fuimos, cómo amamos, por qué sufrimos". (pág. 92)
La abuela Paulina es uno de esos personajes que el lector siente cercano, que encuentra un rincón en el corazón. Una mujer que transmite mucha fuerza y magnetismo, una persona que ha ido aprendiendo, superando las dificultades, levantándose y mirando hacia adelante. También ha flaqueado, se ha sentido frágil, ha dudado, ha llorado. Paulina es una mujer de verdad, podría ser tu abuela, mi abuela, y de ahí una buena parte de la magia de esta novela, una protagonista absolutamente increíble a la que todos querríamos como abuela.
Carmen Romero Dorr. Foto: www.elmundo.es |
"Paso a paso, página a página, la joven lectora pasará unos días sumergida, igual que su hermano antes que ella, en esta historia que tocará profundamente su corazón porque habla sobre algo que ella ya ha empezado a intuir: la fuerza de uno mismo para cambiar su destino, para no dejarse morir en una cárcel azotada por las olas.
Para no quedarse en su habitación llorando por los muertos". (pág. 124)
Tras un viaje temporal y espacial, a la Segunda Guerra Mundial, al tiempo presente, a Berlín, a Madrid, a Málaga, tras acompañar a Paulina, a Alicia, leer sus novelas, pasar las páginas de su álbum de fotografías, sumergirme en su historia, cierro la novela y siento que quiero paladearla un poco, que necesito unas horas antes de abrir otro libro, porque Paulina y Alicia se han quedado en mi mente, en mi alma, porque hay palabras, reflexiones, pensamientos, en los que quiero pararme, incluso releer, anotar.
"El amor por los hijos puede convertir en héroes a las personas más corrientes, y basta por sí solo para dar sentido a muchas existencias. Es el motor para enfrentarnos a todo y la justificación para cualquier delito. No hay otra fuerza más poderosa entre todas las que hacen girar el mundo". (pág. 291)
"La tristeza finge que se disipa, permite que nos engañemos creyendo que se ha marchado, pero de pronto, ¡zas!, sale de su escondite para atraparnos de nuevo". (pág. 363)
He disfrutado enormemente del camino de las protagonistas y he viajado a mi propio pasado y a la relación con mi abuela. Ha sido una grata experiencia y he tomado muy buena nota del sabio consejo final de Paulina a Alicia, que con solamente dos palabras lanza un mensaje con mucho contenido.