viernes, 23 de febrero de 2018

EL ÚLTIMO REGALO DE PAULINA HOFFMANN

Cada lector es un mundo y según nuestra experiencia vital y el momento en el que estamos, los libros nos llegan de una manera u otra, nos hacen pensar, nos transportan o se nos hacen cuesta arriba e incluso se nos caen de las manos.
La primera novela de Carmen Romero Dorr nace, según cuenta ella misma en una entrevista a El Mundo, el día que fallece su abuela, a la que estaba muy unida. 
Yo también tuve una abuela muy, muy especial, alguien que dejó un vacío profundo cuando se marchó y que, al igual que la protagonista de esta novela, sabía leer entre líneas, estaba siempre ahí y siempre tenía la palabra justa y el consejo adecuado.
En la historia de Carmen, la abuela es Paulina, y el presente de Alicia, su nieta, y el pasado de Paulina, se irán entrelazando en una historia en la que es muy fácil meterse como lector. Paulina ha conocido el horror de la guerra, que dejará profundas cicatrices en ella pero le enseñará a seguir adelante, a superar todos los reveses de una dura vida. Alicia ha crecido en un mundo en paz, pero también su alma tiene heridas por las experiencias vividas y la muerte de su abuela llega en un momento en el que está bastante perdida y sin tener claro qué es para ella lo prioritario, lo que de verdad importa.
Pasado y presente se unen para cerrar un círculo gracias a la relación entre la nieta y la abuela, alternando un narrador en tercera persona la vida de ambas e intercalando algunas cartas. 
"El papel escrito nos sobrevive, recuerda nuestra historia aunque nos hayamos marchado. Cuando no seamos más que un puñado de huesos en un agujero cualquiera, la celulosa solo empezará a amarillear tímidamente, la tinta apenas amenazará con borrarse. Nuestras palabras seguirán ahí para recordar quiénes fuimos, cómo amamos, por qué sufrimos". (pág. 92)
La abuela Paulina es uno de esos personajes que el lector siente cercano, que encuentra un rincón en el corazón. Una mujer que transmite mucha fuerza y magnetismo, una persona que ha ido aprendiendo, superando las dificultades, levantándose y mirando hacia adelante. También ha flaqueado, se ha sentido frágil, ha dudado, ha llorado. Paulina es una mujer de verdad, podría ser tu abuela, mi abuela, y de ahí una buena parte de la magia de esta novela, una protagonista absolutamente increíble a la que todos querríamos como abuela.

Carmen Romero Dorr. Foto: www.elmundo.es

"Paso a paso, página a página, la joven lectora pasará unos días sumergida, igual que su hermano antes que ella, en esta historia que tocará profundamente su corazón porque habla sobre algo que ella ya ha empezado a intuir: la fuerza de uno mismo para cambiar su destino, para no dejarse morir en una cárcel azotada por las olas.
Para no quedarse en su habitación llorando por los muertos". (pág. 124)
Tras un viaje temporal y espacial, a la Segunda Guerra Mundial, al tiempo presente, a Berlín, a Madrid, a Málaga, tras acompañar a Paulina, a Alicia, leer sus novelas, pasar las páginas de su álbum de fotografías, sumergirme en su historia, cierro la novela y siento que quiero paladearla un poco, que necesito unas horas antes de abrir otro libro, porque Paulina y Alicia se han quedado en mi mente, en mi alma, porque hay palabras, reflexiones, pensamientos, en los que quiero pararme, incluso releer, anotar. 
"El amor por los hijos puede convertir en héroes a las personas más corrientes, y basta por sí solo para dar sentido a muchas existencias. Es el motor para enfrentarnos a todo y la justificación para cualquier delito. No hay otra fuerza más poderosa entre todas las que hacen girar el mundo". (pág. 291)
"La tristeza finge que se disipa, permite que nos engañemos creyendo que se ha marchado, pero de pronto, ¡zas!, sale de su escondite para atraparnos de nuevo". (pág. 363)
He disfrutado enormemente del camino de las protagonistas y he viajado a mi propio pasado y a la relación con mi abuela. Ha sido una grata experiencia y he tomado muy buena nota del sabio consejo final de Paulina a Alicia, que con solamente dos palabras lanza un mensaje con mucho contenido.

miércoles, 7 de febrero de 2018

NUESTRA CASA EN EL ÁRBOL


Esta novela es mi estreno con Lea Vélez, aunque ya tiene otros dos libros publicados. Me llamó la atención porque Lea nos habla de Ana y sus tres hijos, una mujer que, como la escritora, se queda viuda con niños pequeños y, al igual que ella, tiene unos niños que son superdotados. Cualquier madre podrá entender lo que puede suponer esto en el sistema educativo actual, y si no se lo imagina, en el libro nos lo relatan a la perfección.

"Las madres no estamos acostumbradas a encaramarnos a las ramas, así que hay que tener muy en cuenta la fuerza de la gravedad y conseguir, si es posible, que las cosas que han de caer caigan a nuestro favor. A fin de cuentas, la gravedad es una fuerza y las fuerzas a favor de las madres viudas y con tres niños nunca sobran". (pág. 56)
"Tenemos superpoderes pero, no te preocupes, en el colegio nos quedamos muy calladitos para que todos se crean que somos como los demás ¿Y sabes qué, mami? Que les hemos engañado". (pág. 344)

Lea Vélez cuenta en una entrevista en Mujer Hoy que uno de sus hijos, apasionado por la astronomía y con una curiosidad y un vocabulario fuera de serie, se estrellaba continuamente en el colegio, donde sufría lo indecible: "Las madres de niños con altas capacidades lloramos muchísimo porque revivimos la infancia escolar, el dolor, el aburrimiento, la soledad. Aún no sabía qué eran las altas capacidades ni sus siglas". Y es que los colegios no están preparados para dar a cada niño lo que necesita, se les encasilla, se les sienta a una mesa a una edad muy temprana y venga a colorear y a escribir frases que la mayoría de las veces ni les interesan. 

"Mamá, es posible que los hombres antiguos vivieran menos años, pero creo que aprovechaban mejor el tiempo. Para empezar, no lo derrochaban tontamente mirando la tele. Hablaban, se contaban historias, caminaban a todas partes, pintaban bisones en las cuevas..." (pág. 114)

¿Dónde se quedan la creatividad, el ingenio? ¿En qué momento muere la curiosidad? Si con un niño de inteligencia media ya es complicado, la tarea de Ana, con tres superdotados en casa haciendo preguntas sobre física cuántica, matemáticas avanzadas, cine, literatura o anatomía, se me antoja una enorme montaña muy difícil de escalar. Y aquí el atractivo fundamental de este libro, la historia del día a día de esta peculiar familia, de una madre que entiende perfectamente que tiene que dejar España, dejar atrás su vida anterior y empezar de cero con sus tres hijos. Rompe con todo con gran valentía y comprende a sus hijos y los acompaña en su camino de una forma excepcional, admirable, envidiable.

"Los hijos no nos enseñan a ser padres, no enseñan a ser hombres. Hombres en el sentido humanístico de la palabra. Ellos no han dejado desde el primer día de darme ejemplos de grandeza de miras, de reflexión sin prejuicios, del concepto humano de libertad y dignidad que de forma innata persigue todo individuo". (pág. 270)
La casa que Lea construyó a sus hijos. Foto: http://navarra.elespanol.com
Ana sabe que la clave es el respeto al ritmo de cada niño, llegar a donde ellos quieran llegar motivados por su curiosidad, aunque tenga que bucear en la enciclopedia en busca de las respuestas a las preguntas de su hija de 4 años.
Pero Ana es de carne y hueso, también tiene sus momentos de flaqueza, no estamos ante una madre inverosímil, ella también se siente sola, se frustra, o pierde la paciencia. Y cuando eres madre entiendes perfectamente lo que ella está pasando, esa especie de montaña rusa que es criar a un hijo y esa lucha contra el sistema que tantas veces les daña. En ocasiones la soledad le pesa enormemente.

"La enfermedad es también una forma de descansar. Pero mamá no podía descansar. Estaba sola y las mujeres solas nunca enferman. No les está permitido deprimirse. Creo que por eso escribía en sus diarios. Sus pequeños melodramas duraban un día, una tarde, unas horas, y cursaban sin fiebre. Ella nos lo explicaba así:
- A veces echo tanto de menos un abrazo de papá que me siento como una niña perdida en un bosque.
- Tú nunca te perderías en un bosque porque conoces los puntos cardinales - le dijo mi hermano.
- ¿Pero y si los árboles me tapan las estrellas?
- No, mamá - le dije yo -, porque entonces te subirás al árbol más alto para ver el cielo desde allí". (págs. 164-165)

Los tres niños viven rodeados de adultos en el hostal inglés, herencia del marido de Ana, a orillas del río Hamble, donde podrán explorar el mundo y donde su madre construye para ellos una casa en un árbol, su refugio.

Lea Vélez con sus hijos. Foto: http://www.mujerhoy.com
A través de los recuerdos de los hijos, de sus cartas infantiles y del diario de la madre, iremos descubriendo el día a día de la familia y un poco, bastante poco, de la faceta de Ana como mujer con miedo a compartir su vida con un hombre.

"Los hijos son el motivador de la excelencia. Ellos nos empujan constantemente a ser mejores, a buscar soluciones, a hacer mil cosas más de las que haríamos en condiciones normales. Sí, es verdad que soy una gran madre, como tantas madres, pero, desgraciadamente, no soy una gran carpintera. El gran carpintero era mi marido". (pág. 134)

La lectura es muy agradable y fácil, llena de ocurrencias infantiles fruto del ingenio real de los niños, sus razonamientos llenos de toda lógica y su enorme sentido del humor. Una de las cosas que Ana descubre como madre es que el sentido del humor es fundamental en su relación con sus hijos, y que la risa es un excelente conductor que hace que lleguen más fácilmente ciertos mensajes y conecten mejor con los pequeños.

"Mamá, mi profesora dice que el hombre inventó el submarino y el sonar, pero no es verdad. No tiene razón. El hombre no inventó el sonar. El sonar lo inventaron los murciélagos. Y encima, las ballenas usan el sonar desde bebés porque sus madres no les dicen nada más nacer que son demasiado pequeñas para usar el sonar y que ya lo aprenderán a usar cuando sean mayores y vayan a la universidad". (pág 347)

He disfrutado mucho con esta novela, me he emocionado, he reído, he reflexionado, he visto en muchos momentos reflejado a mi propio hijo y sus razonamientos disparatados dentro de su lógica infantil. Una lectura muy recomendable.