Hace unos días terminé esta novela de Barbara Wood de la que os hablo hoy. Me alegro mucho de haber decidido leerla, aunque la idea que tenía sobre esta escritora era bien diferente, siempre había pensado en ella como narradora de historias pastelosas que no iban a interesarme nada. La portada, que recuerda a los carteles de las películas de aquella época, hemos de reconocer que tampoco me quitaba la razón, pero decidí darle una oportunidad y seguro que no es la última novela de Barbara Wood que leo.
La sinopsis de la contraportada nos resume la historia, dando al lector pistas sobre las relaciones sentimentales que transcurrirán en el lejano Oeste:
En 1920, durante el viaje en barco que la devuelve a casa, Elizabeth Van Linden, una rica heredera de la alta sociedad neoyorquina, conoce a Nigel Barnstable, un joven aristócrata inglés que ha heredado el título de barón Stullwood pero no el dinero ni las propiedades de la familia. Enamorada, se casa con él en cuanto llegan a Nueva York, y Nigel pasa a controlar la cuantiosa fortuna de su esposa.
La primera decisión del matrimonio es irse a vivir cerca del desierto de Mojave, al sur de California, donde Nigel compra una hermosa propiedad para crear un imperio agrícola junto a una reserva india. La población se llama Palm Springs y está empezando a atraer, como lugar de ocio, a los ricos y famosos de una incipiente industria: el mundo del cine.
Elizabeth trata de adaptarse a una vida nueva, ignorante de que su presencia perturba a Cody, el vaquero que han contratado como capataz. También empieza a conocer a los jefes de la tribu cahuilla, que tratan de vivir de acuerdo con sus costumbres ancestrales, preservando el amor y el respeto por la tierra.
La tierra del sol poniente es una saga sobre ambiciones, grandes y pequeñas, y sobre la transformación de un territorio virgen y bañado por el sol, el último refugio de los nativos, en el lugar de encuentro de las rutilantes estrellas del cine mudo en un mundo devorado por el frenesí de la modernización. Y la historia de una mujer que encuentra, en ese hermoso paraje desértico, la voz y la fuerza para seguir adelante.
Tengo que decir que si buscáis una novela romántica quizá os decepcione esta lectura. Aunque la propia editorial resalta las relaciones personales, que además tienen un gran peso en la trama, La tierra del sol poniente es mucho más que la historia de Elizabeth y Nigel, porque el lector se sumergirá en el ambiente americano de los años 20, un día a día que nada tiene que ver con las películas que en aquel entonces se rodaban, con indios llenos de plumas cabalgando y disparando flechas a los vaqueros que querían conquistar estas tierras.
La novela en mi opinión encajaría más en el estilo landscape, pues realmente el ambiente y el paisaje de Palm Springs lo llenan todo, impresionando profundamente Elizabeth, que disfrutará recorriendo el desierto, asomándose a los acantilados, contemplando las noches estrelladas y tratando de descifrar los numerosos petroglifos dejados por los primeros pobladores.
"Las granjas, los jardines y los oasis del valle estaban regados por manantiales subterráneos. Algunos de los arroyos afloraban a la superficie, calientes, humeantes y rebosantes de poderosa medicina que el hombre blanco llamaba "minerales". Los indios bebían el agua sagrada y también se bañaban en ella. Hacía mucho tiempo, el clan local construyó una pequeña choza de madera sobre las fuentes termales a fin de realizar purificaciones sagradas, física y espiritualmente. Era, además, un momento para conectar con el pasado y la cultura propios". (pág 452)
La imagen que tenemos de Palm Springs hoy choca muchísimo con la que se nos da en la novela, ese lugar inhóspito, con un calor abrasador en verano, una pequeña colonia de hombres y mujeres blancos conviviendo pacíficamente con los indios de la vecina reserva. La vida cotidiana de ambos, las relaciones entre ellos, el papel de los líderes, de los grupos... Realmente nos metemos de lleno en la historia y en el lugar en la que transcurre.
Nigel, el esposo de Elizabeth, quiere ser el amo y señor de estas tierras, tiene una ambición desmedida y ciega, nada ni nadie le importan. De hecho Elizabeth para él representa el dinero de su padre que podrá gastar. Pasa por encima de quien sea para lograr sus objetivos, es un tirano con los trabajadores y vecinos y no ve más allá de su objetivo.
Pero su mujer está muy lejos de ser una sumisa e ignorante señorita de ciudad. Es fuerte, tiene principios, ama esa tierra que la acoge, quiere que se respete a sus habitantes y a la propia naturaleza que cada día la sorprende con sus colores, así que tratará de impedir que Nigel lo destroce todo.
"No necesito que un tercero interceda por mí. Quiero aprender a valerme por mí misma. Quiero hacer algo, madre. Quiero dejar huella en el mundo, dejar mi marca. No quiero pasar por la vida como la señora de fulanito o menganito y abandonar este mundo con solo mis hijos como prueba de que pasé por aquí. Quiero algo que no tenga que ver conmigo. Y el primer paso para lograr ese objetivo es controlar mi propio dinero". (pág. 286)
Conseguirá aliarse con las mujeres del pueblo, y a través de ella conoceremos la realidad de la mujer en aquella época, una mujer que no era nadie sin su marido, sin capacidad de decisión ni siquiera sobre su propio cuerpo, ya que había nacido para ser madre y ni tan siquiera cuestionárselo.
"No necesito que un tercero interceda por mí. Quiero aprender a valerme por mí misma. Quiero hacer algo, madre. Quiero dejar huella en el mundo, dejar mi marca. No quiero pasar por la vida como la señora de fulanito o menganito y abandonar este mundo con solo mis hijos como prueba de que pasé por aquí. Quiero algo que no tenga que ver conmigo. Y el primer paso para lograr ese objetivo es controlar mi propio dinero". (pág. 286)
Conseguirá aliarse con las mujeres del pueblo, y a través de ella conoceremos la realidad de la mujer en aquella época, una mujer que no era nadie sin su marido, sin capacidad de decisión ni siquiera sobre su propio cuerpo, ya que había nacido para ser madre y ni tan siquiera cuestionárselo.
Nigel por su parte, hace negocios con algunas estrellas de Hollywood de la época, el momento de la transición entre el cine mudo y el sonoro, presumiendo ante ellos de sus propiedades, sus carísimos coches, sus trajes a medida...
Varios personajes secundarios, como el vaquero Cody, la india Luisa o la actriz Zora DuBois y su marido Jack Lamont, aportan subtramas muy bien armadas y que resultan muy interesantes para tener una visión de conjunto de la sociedad del momento, tanto de los nativos americanos como de los colonos, y que no entorpecen la narración ni la dificultan en absoluto. La novela se lee con mucha facilidad, la tensión narrativa me ha parecido excelente y las seiscientas páginas no se hacen largas, que esto no sea motivo de no elegir esta novela.
Si os apetece conocer un poco más cómo era ese Oeste americano en los años 20, lejos del glamour de las grandes ciudades y saber cómo Palm Springs se ha ido convirtiendo en el destino de vacaciones y lujo que es hoy, os gustará La tierra del sol poniente.