viernes, 12 de abril de 2019

PROMESAS INCUMPLIDAS


Lo que ha conseguido la periodista y escritora venezolana, Karina Sainz Borgo, con su primera novela, es algo realmente espectacular: En la feria del libro de Frankfurt nada menos que 22 países compraron la novela, publicada en España por Lumen, una editorial que cuida mucho su selección literaria y que es garantía de gran calidad.
Reconozco que muchas veces el éxito abrumador de una novela me provoca cierta desconfianza, algo que en esta ocasión se vio superado por la gran curiosidad por conocer una historia situada en Venezuela, en una línea temporal que muestra lo que este país fue y en lo que se convirtió poco a poco hasta llegar a la situación actual.
Adelaida Falcón, una maestra caraqueña, fallece tras una larga enfermedad. Su hija Adelaida, de treinta y ocho años, no tiene a nadie y vive en una ciudad donde la violencia marca el ritmo diario de la existencia. Poco tiempo después del entierro, encuentra su casa tomada por un grupo de mujeres a las órdenes de la Mariscala. Llama a la puerta de su vecina sin hallar respuesta: Aurora Peralta, a quien todos llaman «la hija de la española», ha muerto. En la mesa del salón, una carta le comunica la concesión del pasaporte español: un salvoconducto para huir del infierno.
Esta breve sinopsis tiene detrás una historia relatada con mucha fuerza, con el rigor de una investigación periodística y una documentación de todo lo relatado a la hora de describir las torturas, ocupaciones de viviendas, la miseria de la población, la inexistente sanidad, el miedo, la pobreza, el hambre... El infierno en Caracas. Un infierno del que Adelaida quiere y puede salir, un país al que ya no reconoce y que describe a su madre recién fallecida: "Mientras agonizabas, el país enloqueció. Para vivir tuvimos que hacer cosas que jamás imaginamos que llegaríamos a hacer: predar o callar, saltar al cuello de alguien más o mirar hacia otro lado.
Me tranquiliza que no vivas para verlo. Y si ahora me llamo de otra forma no es porque haya querido abandonar el país que tu nombre y el mío formaban. Si lo hice, mamá, fue porque me pudo el miedo." (pág. 183)
Adelaida va mostrando al lector un país que se hunde, el miedo en las calles, incluso en su propia casa, donde parece que las paredes oyen, donde no se puede confiar en nadie: Aquellos que conocías quizá estén ahora en las calles sembrando el terror, siendo cómplices de torturas, mirando hacia otro lado por un saco de harina, denunciando a algún vecino.
"Abrí la ventana y me asomé a nuestra calle sin árboles, rastreando en la humareda de muerte el olor de ese pan de maíz. Cerré los ojos e inspiré con fuerza las sobras de una biografía hecha a palos. La vida fue aquello que pasó. Aquello que hicimos y nos hicieron. La bandeja donde nos abrieron por la mitad como un pan a punto de crecer".
"Prometieron. Que nunca nadie más robaría, que todo sería para el pueblo, que cada quien tendría la casa de sus sueños, que nada malo volvería a ocurrir. Prometieron hasta hartarse. Las plegarias no atendidas se descompusieron al calor del resentimiento que las alimentaba. Nada de cuanto ocurría era responsabilidad de los Hijos de la Revolución. Si las panaderías estaban vacías, el culpable era el panadero".


Encontramos en Karina Sainz Borgo una escritora que maneja con rigor los hechos que describe, pero que consigue transmitirlos dándonos un pellizco en el pecho, a través de una serie de personajes femeninos, en uno y otro lado, muy bien construidos, verosímiles, coherentes. He disfrutado muchísimo de una historia magníficamente narrada, con sutileza, con esa capacidad de contar tantas cosas al lector con unas pinceladas breves pero acertadas de los hechos, o a través de los pensamientos de la protagonista, que nos cuenta su historia de miedo y desesperanza en primera persona, su sensación de rechazo al país que la vio nacer y al que apenas reconoce. 
En los tiempos que corren y con el panorama actual, se hace imprescindible una lectura como La hija de la española.
Se nota que Karina ha vivido lo que relata en sus carnes. En una entrevista reciente cuenta: "Sentí que cada día podía volver menos, veía mi país más canibalizado y excluyente. Viví el proceso en primera línea por mi familia. Fui por última vez a Caracas justo antes de que muriera Chávez, hace seis años, en 2013".
"La diáspora fue tremenda. Unos por motivos económicos, muchos perseguidos, entre ellos mis jefes, buscados por el SEBIN".